29 mar 2012

Hambre y frío en el corazón de Murcia

Las fundaciones sociales murcianas se ven obligadas a reducir sus espacios y actividades de integración debido a los recortes 

Blas Moreno Guirao reside en el piso de alojamiento de la Fundación RAIS
“Tengo la columna desviada y alguna vertebra chafada, y gracias a dormir en el suelo, el frío y la humedad, se me ha agravado. No tengo ninguna prestación y estando en la calle no puedes estar en tratamiento”. Blas Moreno Guirao es un hellinero de 54 años que lleva dos años viviendo en la calle.

Después de más de treinta años trabajando en la industria del calzado en Aspe (Alicante), la presencia de las fábricas chinas perjudicó a su empresa y se vio sin empleo y con circunstancias familiares complicadas. “A partir de los 40 ó 45 años te dejan como un desecho, y no es así. Yo aún estoy ágil para trabajar”, afirma Moreno.

Con el fin de mejorar su situación recurrió a diversas asociaciones y buscó cobijo en albergues y comedores sociales, hasta que “en un día de frío y lluvia, me dijeron vete a RAIS, que allí por lo menos un café te puedes tomar”. Así es como conoció la fundación que actualmente le está proporcionando un alojamiento.

La Red de Apoyo a la Integración Sociolaboral (RAIS) es una asociación independiente no lucrativa  cuyo objetivo es luchar contra la exclusión social. Surgió en Madrid en el año 1998 y ha ido ampliando su ámbito de trabajo hasta incluir a  la Región de Murcia en 2006 entre las seis comunidades autónomas en las que desempeña su labor.

En sus inicios en la Región, la fundación comenzó como un centro de día, conocido como “El rincón del encuentro”, al que se podía acudir por las tardes y realizar varias actividades como leer la prensa o acceder a internet, e incluso disponían de una biblioteca y juegos de mesa. Pero éste y otros proyectos se han paralizado a causa de la crisis y la falta de financiación, lo que ha obligado a cerrar uno de los dos pisos de los que disponían para alojar durante un año a personas sin hogar como Blas Moreno: “estuve un tiempo en casa de una amiga, en albergues y en una especie de chabola que hay detrás del Cuartel de Artillería, hasta que fui a la asociación La huertecica y se pusieron en contacto con RAIS”.

Un grupo de gente, entre los que se encuentra Blas Moreno, en el nuevo edificio de la Fundación RAIS en Murcia

La montaña va a Mahoma
A pesar de todos sus esfuerzos “hay muchas personas que están en la calle y no consiguen acceder al recuso. Nuestra idea es que sea el recurso el que se acerque a las personas” apunta José David Martínez Molina, gerente de RAIS en Murcia. Para ello, realizan rutas de calle semanales en horario de mañanas o de tardes, con el fin de  poder conocer a las personas que están en esta situación y servir como puerta de acceso a la Red.

Visita de Leopoldo Navarro Quílez, director general de Asuntos Sociales,
Igualdad e Inmigración, al nuevo edificio de la Fundación RAIS
Para continuar con su cometido a pesar de los recortes, se han asociado con las Hermanas Oblatas, que les han cedido el actual piso de alojamiento del que disponen. Se encuentra en pleno centro de Murcia, en la calle San Martín de Porres, encima del nuevo centro de la fundación que visitó el pasado martes veinte el director general de Asuntos Sociales, Igualdad e Inmigración, Leopoldo Navarro.

Además, también colaboran con otras entidades como Jesús Abandonado, Traperos de Emaús, Cáritas, Cruz roja, La huertecica, etc. para intentar que no disminuya la acción social que llevan a cabo y que acogió a 316 personas durante el año 2010. Desgraciadamente, con el cierre del centro de día, el pasado año 2011 sólo se pudo atender a 162 personas, algo más de la mitad que el año anterior.

Este dato es preocupante debido a que la Región de Murcia es la séptima comunidad autónoma que dispone menos plazas de alojamiento para personas en riesgo de exclusión y la tercera que más aprovecha dichas plazas, pues el 92,8% son ocupadas, según revela un estudio realizado por el INE.

Toda ayuda es poca
Además hay otras asociaciones basadas en el voluntariado que también colaboran de manera solidaria con esta tarea.

Un ejemplo es  Cáritas Parroquial, que en el caso de la Iglesia del Carmen está repartiendo comida mensualmente a doscientas familias desde hace casi dos años y ha atendido a más de setecientas personas en el último año.

“La gente viene a la parroquia con unas problemáticas concretas, con unas urgencias. Viene con un recibo del agua porque no puede pagarla, vienen con la necesidad de pagar el alquiler porque los van a  echar; tienen que pagar medicamentos y no pueden, o tienen un niño y no pueden costearse la leche de la farmacia”, asegura el párroco don José Carrasco Pellicer.

En esta iglesia también se organizan recogidas diarias de ropa y zapatos, que se distribuyen dos veces por semana. Además, colaboran con “la Caixa” en un proyecto de ayuda a la infancia para familias con dificultades económicas, que consiste en unos cheques de cincuenta o cien euros durante los seis primeros meses de vida. 
Dos voluntarias trabajando en el ropero de la parroquia de El Carmen
A pesar de todos estos esfuerzos realizados por las distintas asociaciones, la situación es muy dura y cuando finalizan las ayudas asignadas, el problema sigue sin resolverse: “dentro de tres meses hace un año que estoy aquí, ¿y qué hago? Volver a la calle. No me queda otra” asegura Blas Moreno Guirao.

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